Me encuentro. Veo un río. No es de por aquí, debe de haber
venido en patera intelectual. Las reglas son las mismas, el agua se desplaza
haciendo de sí mismo etéreo, pero a la vez dándole vida y sobre todo fuerza. La
voluntad le da la fuerza, así que la voluntad le convierte en etéreo. Es
imposible ser atemporal, la ingenuidad propia del niño es admirable pero la
estupidez del atemporal es de bestias. Su definición pues no es agua, es
movimiento de agua; Pese a ser inmigrante denota rasgos occidentales.
Parte, separa, hemisferia dos bosques. Pero antes que
separarlos les da vida. Es pues una partición, separación, hemisferiación
necesaria. No puede ser de otro modo. Es momento de reflexión, de escuchar una
canción.
Vuelo, me encuentro en la lejanía. Ahora solo veo colores
ocres, tonalidades otoñales. Hace nada era primavera. Los dos caminábamos entre
cerezos en flor, la gente nos miraba. Íbamos atados con una cuerda roja,
mentira. Te até. Mirabas perdida y te ibas sin saber a dónde, solo quería
salvarte la vida, mentira. Me ataste. Mirabas perdida por no mírame, solo
querías salvar tu vida, mentira. Los colores ocres denotan humedad, empiezo a
pensar que no es tan extranjero.
Desciendo y los colores se transforman en rojo. Intenso,
fuerte, vivo. Voy solo, pero no necesito estar solo, así que miro a las ramas de
un árbol. Tú. Es momento de que hablen tus ojos.
Es cierto, me equivoqué, así quise que fuera; no es extranjero, aquí abajo
estás húmeda. Me encuentro, es momento de sentir.