Pues debería de preguntármelo, porque ciertamente estoy ante
el abismo -mentira, hace tiempo que salté, ahora sólo estoy descubriendo que
vienes detrás de mí-y necesito mirar
atrás. Eso si, poco, porque cuando tienes detrás a alguien que cae con ese
aplomo, una mirada basta para apretarse la cabeza contra el pecho y entrar al
agua de cabeza. Hace tiempo que dejé de mirar hacia delante, ¿Para qué, si por
honda que sea la cueva la luz consigue colarse entre tu pelo? Y créeme no hay mecha
que no se encienda con la chispa adecuada, y tú serías capaz de hacer arder la Antártida
solo con un beso -sé que por no equivocarme la quemaría yo mismo con un bidón
de gasolina- así que no te asustes porque esté en carne viva.
Amor, eres algo tan ridículo como una distracción, eso si
nos distraes del mayor de nuestros miedos, la soledad. Y tú, no te el olvides
del te, nunca.
No hay nada que angustie más que el llanto de un bebé en una
casa abandonada. No hay nada que intrigue más que el deambular silbante de un
loco, de un outsider. Subir paralelo a la pared, despacio, verla desconchada
con arcos de ilusión truncada. Pictóricas representaciones, signos del esclavo
de la vanidad, del que vive fuera del sistema y quiere que eso sea su carta de
presentación. ¿Abandonado o abandonada ella, la realidad?
Ya fuera de la casa, quisiera que mis manos tuvieran
cámaras, mis pies micrófonos y mis pupilas tacto. Veo a la niña correteando por
el campo, nueva e inocente. Imágenes de cine, corredores de plantas que la
encuadran hacia el lirismo más puro. La miro a través de ese encuadre perfecto
y tal como lo crea, lo rompe, se va, destroza el encuadre y en su ausencia crea
otro mejor. Espontanea y efímera dibuja sobre la realidad algo que va más allá,
pero ella solo vuelve a la esencia. Es
dentro de la casa donde la realidad está desdibujada. Es la sensación del sol
que se opone al frío, de la naturaleza más cálida que nuestros artificios. Son
las pocas palabras las que componen una comunicación más pura que la
convencional. Es el sonido de avanzar, que se olvida en la acera y se recuerda
en la hierba, para que lo tengamos presente. Son las flores amarillas y sus
manos, diminutas, las que componen un poema. Es el musgo, que borra todo signo
de piedra y engancha la tierra a este mundo que la olvida. Olvida, olvido;
siento que no te voy a olvidar nunca, tu inocencia, tu dulzura y sobre todo,
nunca voy a olvidar que no sé tu nombre.
Apoyo la cabeza en la mesa, está fría, pero no más de lo que hay alrededor. Con la verticalidad destruida, mi perspectiva cambia. Cuando niegas algo con la cabeza en realidad estas asintiendo, es lo que tiene esta perspectiva. Cuando asientes algo con la cabeza en realidad estas negándolo, es lo que tiene que hayas trastocado mi vida. De tanto asentir se me apetece levantar la cabeza hasta poder verte, porque ahora estas arriba y no a mi lado, es lo que tiene esta perspectiva. La mesa se empieza a calentar, el frío de su soledad se vuelve más cómodo, mucho más que el que hay alrededor... Pero no quiero ese solitario calor si no estas tú, sin tus clavos en mi ataúd.
¿Cuando vas a comprender que son dos palabras, y que el te tiene más importancia que el quiero? ¿Cuando vas a aceptar las implicaciones que ello conlleva? ¿Cuando vas a darte cuenta de que esa es tu linterna para explorar mis adentros? ¿Dejarás atrás los humeantes carburos con los que viniste a deslumbrarme?
Quizá, y solo quizá, así deje de toser lágrimas cada vez que te siento dentro.
Me acuerdo cuando en todavía me besabas, en todavía, nuestros labios eran uno y nuestras muescas eran flores. Sobre las muescas del tiempo construimos una atalaya, pero no fue lo suficientemente alta para ver venir al enemigo. Mientras en todavía, tus besos eran calientes y tu voz cortada. Tus ojos eran un mar en calma, que con la bravura del necio, resistían los vientos huracanados; Hasta que aparecieron las olas.
Cuando te fuiste dejaste en todavía las flores marchitas de tanto mar embravecido, y aunque no te acostumbres, en todavía esas flores buscan el sol que refleja tu mirada.
No es solo una estúpida frase, pero tampoco solo tengo sentido.
Por lo menos solo no tengo que aguantar las ataduras de la realidad, ni las ataduras de un viento que se empeña en despeinarme la sonrisa. Por más que me concentro mi conciencia no deja de soplar, una y otra vez, sus secretos en mis labios, que se agrietan ateridos, otra y una vez.
Voy a soñar, o dormir como lo llamamos los mortales.
Ayer me quedé donde estaba, quieto en todos los sentidos, dedicado a observar lo que pasaba frente a mi. Después de ver un programa estándar de televisión y con la mira puesta en la cama, me sorprendió un documental sobre las Barranquillas. La diferencia entre los dos programas fue brutal, uno iba sobre productos, otro sobre personas.
El primero se llamaba ¿Quién quiere casarse con mi hijo? Una banalización del amor y de las relaciones familiares. ¿Quiénes son esas madres que rechazan a negras o cocineras y en cambio endiosan a votantes del PP e hijas de jueces? Siempre fui muy iluso, pero pensar que eso está ocurriendo, que no es ficción, me pone los pelos de punta.
El documental retrataba los últimos días de la narcosala de las Barranquillas. Una explanada yerma de sueños mostrada crudamente por las cámaras. Como en la canción, ahora son los toxicómanos a los que la sociedad encorva, para que pavimenten el traqueteo de nuestros sueños. Olvidados como personas, parecen no tener sexo, parecen ser sólo una tez teñida por el sol y desteñida por la vida, que sin propósito, vaga por la inmundicia. ¿Para que sexo? ¿Para que dignidad? ¿Para que vida? Nada de eso merece la pena sin sueños que los alimenten.
Aun así hay vida, y sobre todo hay dignidad. Mucha más que en el Deutsche Bank, donde ahora apuestan con nuestras vidas, literalmente. Mucha más que los que cierran esa narcosala. Porque la dignidad va con la vida, va con el lirismo, va con la tragedia. Esas caras carcomidas son tan liricas como estos versos:
Flora desnuda se sube por escalerillas de agua. El Cónsul pide bandeja para los senos de Olalla. Un chorro de venas verdes le brota de la garganta. Su sexo tiembla enredado como un pájaro en las zarzas. Por el suelo, ya sin norma, brincan sus manos cortadas que aún pueden cruzarse en tenue oración decapitada. Por los rojos agujeros donde sus pechos estaban se ven cielos diminutos y arroyos de leche blanca. Mil arbolillos de sangre le cubren toda la espalda y oponen húmedos troncos al bisturí de las llamas. Centuriones amarillos de carne gris, desvelada, llegan al cielo sonando sus armaduras de plata. Y mientras vibra confusa pasión de crines y espadas, el Cónsul porta en bandeja senos ahumados de Olalla.
La tragedia es vida y la vida es accidente. Olalla mira a sus pechos, arrebatados de cuajo como sus sueños y se pregunta si podía pedir más a la vida que el martirio que le ha dado. Como a Olalla, como a los toxicómanos, solo nos queda decir:
I loose you in a accident This is not a good good bye Didn't I deserve a fair farewell I thought I could ask for more from you
Bajo el colchón. Frío. La pulida superficie del parqué refleja las bajas expectativas que restan a quien duerme debajo de donde solíamos soñar. Soñar, contigo, constantemente. Tus oníricos besos se convierten en mi peor pesadilla, por eso me escondo donde no halla ninguna posibilidad de dejar volar la imaginación.
El otro día, me enamoré de un servilletero en un bar, con la mirada le cosí un par de te quieros a mi reflejo. Ya hilvanados, los mojé en un par de cervezas que pagué con la prestación por dependencia. Al final de la noche, borracho y solitario de amor, el servilletero me dijo adiós. Pero se quedo ahí, inmóvil, esperando a que cogiera una servilleta, para que la inocencia de mis manos limpiara la humedad de mis pupilas.
Cuando despejé la Pena que con carne amarilla recorría mis mejillas, miré hacia abajo. De las yemas de mis dedos brotaban manos, y comprendí que aquello no pararía hasta no poder tocarte.
Te querré en todos los versos que no quieran tus pupilas.
Vamos a situarnos, ¿Por qué
Megaupload? Hay cientos de sitios de
descargas, cientos de sitios donde ver vídeos
online, y en cambio, solo se ha cerrado
Megaupload. Aunque la mayoría lo usemos
para ver películas, han sido las compañías
discográficas las que han propiciado el
cierre de la empresa. Megaupload estaba
a punto de lanzar un proyecto
revolucionario: Megabox, un servicio de
descarga de música, ampliable a
películas, donde se prescindiría de las
compañías y el 90% del pago por
canción iría destinado directamente al artista.
Incluso quienes permitieran descargar
gratuitamente su música recibirían dinero por
ello. Por lo tanto, de lo que se está hablando
aquí no es del lucro del artista, sino de la
pluralidad de contenidos y de la
descentralización de los beneficios.
En el siglo XIX los integrantes de un
movimiento obrero llamado ludismo destruían
las máquinas como protesta puesto que, a sus
ojos, las máquinas les quitarían el trabajo. Ahora sucede lo mismo, con la salvedad de
que en esta ocasión son solo unos pocos los
que destruyen los progresos técnicos, para
preservar privilegios y su monopolio sobre la
cultura. No podemos seguir comulgando ruedas de
molino con los orquestadores del 11-S, y
menos con su conciencia de clase. Tengo
17 años, hay semanas que veo 4
películas desde internet y estoy
orgulloso de ello. Estoy orgulloso de un
método de difusión libre, cambiante y
abierto, donde la producción cultural no
consista en financiar superventas, sino en promover el bien de la sociedad. Y aquí,
donde el control de la opinión va de la mano
del monopolio del dinero, es más cómodo ver
Gran Hermano, que una película que incite a
volar parlamentos.
Las palabras siempre conservarán su poder,
las palabras hacen posible que algo tome
significado y, si se escuchan, enuncian la
verdad. Y la verdad es que, en este país, algo
va muy mal, ¿no? V.