domingo, 9 de diciembre de 2012

¿Qué hora es?

Las trescientas sesenta.
¿En punto?
No, ya son y cinco.
Supongo que ya hemos dado una vuelta completa.
Si, y como en todo, nos hemos pasado.
¿Y eso es malo?
Por supuesto que no, lo que pasa es que nunca podremos saber instantáneamente dónde estamos.
¿Y a dónde vamos?
Tampoco, pero sabemos de dónde venimos. Que visto desde una perspectiva cotilla es bastante mejor. Siempre acabaremos sabiendo a donde hemos llegado, pero si olvidamos de dónde venimos nunca lo recuperaremos. Y ya sabes que yo siempre fui bastante cotilla...
Si tan cotilla eres no deberías de estar tan triste.
Es que estoy mareado con tanta vuelta.
No sabía que el mareo produjera tristeza.
La mayor de ellas, la de no saber dónde estás, la de tener ganas de devolver todo lo que te ha dado la vida, la de no tener dónde apoyarte. Pero tranquila que después de un rato uno se acostumbra, se aposienta...
¿Y entonces dejas de estar mareado y todo vuelve a estar en su sitio?
Ni hablar, después de pasar una noche en vela mareado cuando te duermes es mucho mejor. Los sueños son más románticos, más sorprendentes, más tranquilos, más estúpidos, más comprensivos, más callados, hasta saben más de móviles, más de esperar.
¿Y los besos?
Lo siento, esos seguirán siendo igual de malos.
Te quiero, bobo.