martes, 16 de febrero de 2016

¿Podemos volver a empezar?


Estoy harto de hacerme esa pregunta, una y otra vez. Me intranquiliza porque suena constantemente, en mi cabeza y en la de los demás, a gritos. Me pregunto por qué. ¿De qué se huye al empezar de nuevo?

Está claro que no huimos de los demás, no creo que nadie se plantee que es infeliz por las decisiones de los demás. Son algo bastante ajeno a uno mismo, de hecho, quién quiere ser feliz en tanto en cuanto otra persona tome una decisión distinta esta vez.

“Esta vez”

Queremos una oportunidad de volver al pasado y reanudar las cosas o queremos una especie de acuerdo global:

“Eh! que he descarrilado, podéis hacer todos como que volvemos atrás.”

“Vale perfecto, volvemos al verano antes de que entraras a la universidad”

“Bueno mira, un mesín antes y así puedo insultar a aquella profesora que me caía tan mal.”

Bueno lo que está claro es que habría que volver a un punto temporal que fuera verano, o al menos cerca. Así que preferiblemente el acuerdo global se debiera realizar en temporada de buen tiempo. No queremos joder el verano. El verano también, no.

De pequeño siempre pensaba  en cuanto de mi vida estaría dispuesto a revivir para hacer las cosas mejor. Era complejo, y la regla era que los años de vida que pasaría en mi pasado se me descontarían al final. Pero bueno, quien no cambiaría sus últimos años de vida por un poco de, aunque repetida, adolescencia.

Lo que está claro es que es completamente estúpida la respuesta, no se puede volver a empezar, ni restarte años de vida ni hacer como si nada. Pero no creo que sea una estupidez pensar de qué huimos, constantemente.

No soy capaz de imaginarme otra cosa de la que huir que de mí mismo. Creo que todos en cierta manera lo hacemos. No pensamos: “Ojalá esta persona no hubiera sido tan estúpida.” Me suena hasta mal escribirlo… Pensamos: “Ojalá me hubiera dado cuenta antes de lo estúpida que era.” Y cosas así.

Pero al fin y al cabo, ¿no puedo despertarme mañana y hacer lo que yo quiera? La respuesta es no, si no estaría durmiendo y no escribiendo. No sé si lo soy, pero me siento preso de mis memorias. A menudo pienso sobre lo que somos, como nace la consciencia desde una red de neuronas. Y cada vez creo más que en esa ilusión de identidad, nuestras memorias solo nos sirven al despertarnos, como punto de partida para empezar a funcionar. Y dentro de esas memorias, lo que sentí, lo que hice o lo que fui a lo largo de mi vida no tiene más importancia que lo hizo el personaje de un libro que me haya marcado. Algo completamente ajeno, que obstruye lo que debería de ser algo sencillo, la ilusión de unos cerebros andantes que no sólo pueden ser plenamente felices con hormonas si no que tenemos alrededor más cerebros andantes con los que podríamos hacer cosas increíbles.


En vez de eso nos preguntamos:

¿Podemos volver a empezar?

Podemos organizar una huida de nuestros errores madurando y esas cosas. Pero al final ahí estarán otra vez, esperándonos. Conozco a mucha gente que madura. Conozco a muy poca gente que sea feliz. Lo que nos asusta no es haber cometido errores. Todo el mundo aprende a decir lo siento. Lo que nos asusta es que estén ahí, recordándonos que los podemos volver a cometer. Que los vamos a volver a cometer.

Desde que dejamos de tener la necesidad de sobrevivir día a día estamos jodidos. No estamos diseñados para recordar nuestras vidas, nuestros fallos. Nuestra memoria está ahí para recordarnos que bayas son venenosas, que animales muerden y que mujeres son fértiles. Lo de ahora, es solamente la tortura china de un mecanismo mental desfasado.

Can we start over?

Just don’t tell me how it ends.