sábado, 30 de marzo de 2013

Como el buen vino

¿Por qué no dejamos de ser tartamudos?
¿Tartamudos?
Sí tartamudos, quiero que dejes de ser mi no-novia y vuelvas a ser mi novia.
Pues podías haberme dicho eso para empezar a salir... Te hubiera quedado más bonito.
Se me ocurrió, pero me guarde la frase.
Pues la cagaste, listo.
Qué va, las frases bonitas son una inversión segura, de esas que se revalorizan con el tiempo sí o sí. Porque vale más una frase que baile con la realidad y la transforme que una sonrisa. Y sabes que hay pocas cosas que valgan más que tu sonrisa.
Ya, si tienes razón, además te sobran las frases bonitas... Lo que nos faltan son frases de esas que nos marean, nos descolocan y
Que después tu nos recoloques, que yo ya coloqué bastante. Y calla ya, que de tanto bailar me duelen los pies.
Cuidado, que igual se vuelven más feos.

domingo, 17 de marzo de 2013

Contradicciones

Encontré la antagonía escudriñando entre lo paulatino y lo vivo. Y encontrela precisamente alejándome de lo fangoso de la primera p'adentrarme en la valentía de lo segundo. A contracorriente de las medias  tintas, que empujan con la so fuerza  hacia ninguna parte, y distraen a la hora de encontrase  con la desembocadura, el final, el mar que ye vida.

¿Val más ahogase trágicamente que la pleitesía hacia la muerte en un pequeño bote salvavides? La vitalidad ye emoción y la tristeza ye emoción. Y lo más importante, la experiencia no se consigue en sujetos vacíos de emociones. No creo que se pueda definir mejor a la vida que como vitalidad y experiencia (inseparables), ni siquiera la razón es imprescindible en la vida, no al menos en un sentido amplio. Existe entonces una contradicción entre la disipación de las emociones, la posposición de los placeres o la eternización de los dolores, y la propia vida. Es entonces lo paulatino la negación de la vida, y es por tanto de mucho interés para quienes nos roban la vida.

El problema serio (y su gran victoria) ye cuando la canción deja de sonar y relajaste. El interés que inicialmente no está dirigido hacia aspectos personales, acaba atacándote por la espalda y seduciéndote. En cosas tan pequeñas como una gota de agua de cualquier manantial de monte, ese agua tan fría que parece cristal, frágil en la realidad pero inmortal en la imaginación. Y nos seduce esa inmortalidad, por lo menos a mi, de una forma casi automática y con inercia llevanos a deseala, a desear convertinos en ella, en un cristal inmortal que ni sufra ni padezca. Ser una gota que una y otra vez vuelva (pasivamente) al manantial a fluir o a posase en cualquier hoja con el rocío que deja la niebla. Pero hay que dase cuenta de que nosotros tenemos la suerte de sufrir y padecer y luego, cuando ya se nos pudra el cuerpo de tanto aguantar, que vuelvan nuestres propies gotes de agua a lugares que ni nuestra imaginación pudo soñar. Entonces vamos a tener les coses clares y dejanos de añoranzas a la inmortalidad, a lo paulatino, pa danos cuenta de que vivos o muertos, en algun momento, seguramente cuando sea más idóneo, volverán a juntase nuestros átomos con nuestros sueños.

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