Me veo en un coche, tengo por delante un viaje. Supongo que
en un viaje es imposible saltarse un tramo, digo que es imposible porque los
atajos simplemente son otros tramos que debemos caminar, aparte no siempre son
más cortos.
Es imposible saber si una línea será recta sabiendo solo dos
puntos por los que pasa. Es imposible adivinar cuál será el final de un
segmento con solo un extremo y un vector director. Con cuanta más precisión sepamos
donde acaba una línea más difícil nos será saber cuál es la dirección a seguir
y viceversa, es el principio de incertidumbre de los viajes.
La clarividencia nunca fue uno de mis puntos fuertes, admito
que de hecho quizá sea uno de mis muchos puntos débiles. Acabo de empezar el
viaje y empiezo a ver los primeros carteles, cuando los leo no tengo ni idea de
cuál será el que me diga bienvenido al final del camino.
¿Me gustaría estar en un tren? El concepto de viajar en tren
quizá por menos común sea muchísimo más poético que el de viajar en coche.
Cuando estoy en uno vuelvo a ser niño, vuelvo a ir de la mano de una fuerza
ordenadora que redirige suavemente una fuerza terca que me lleva hacia delante.
Las redirecciones son como el vaivén de una mecedora, cuestionarse si son
necesarias es una estupidez, al fin y al cabo la gravedad va a seguir ahí. El
problema es que mi tren contamina con el humo mi pasado, el tramo de vía que ya
pase, lo oscurece y lo difumina. Muchos siguen sin mirar al pasado dejando
atrás el hollín y respirando el aire limpio que está por delante de la
locomotora. Yo en cambio me hice asmático de tanto respirar el hollín del
pasado, ¿pero acaso se puede construir un futuro sin mirar al pasado?
Será poético pero no nos parecemos una mierda a un tren.
El hombre es producto aleatorio de una inmensa cantidad de
casualidades que quizás nunca lleguemos a descubrir. El hombre desde su
insignificancia cósmica tiene algo que lo hace grandioso, es consciente de ello;
mejor dicho los que no poseen ninguna neurosis son conscientes de ello. No se
es consciente de ello innatamente, pero darse cuenta es algo intrínseco al ser
humano. Al igual que una sociedad más justa es inevitable a través de la
evolución, aunque de momento muchos no alcancemos a vislumbrarla.
En medio de su viaje, como sociedad y como individuo, el
hombre rompe sus esquemas, ve dinamitadas las seguridades de su vida, dios ha muerto y la persona que quise
también. Se encuentra el hombre ante el momento más importante de su viaje, el de caer en un sitio donde no se puede
caer más, en un plano transparente, en silencio, liso, sin olores e infinito. Allí
donde no se puede caer solo le queda ascender, es lo que hace a la sociedad, al
individuo, estar abocados a la evolución. Los problemas de confianza en ello están
producidos por la carencia de una visión global y atemporal, como cuando pisas
una mierda, la ves asquerosa, te mancha los zapatos, la hueles… y no injustificadamente
no logras ver que está producida por la digestión de un perro callejero que de
no comer ese día moriría. Pero el hombre situado en el plano infinito no debe
cometer ese error, el error del que solamente respira el aire que va por
delante de la locomotora. Debe mirar a su pasado, respirar y aceptar el aire de
su pasado que ya no está contaminado como consecuencia de su fuerza de avance.
Debe mirar a los lados y darse cuenta más allá de la inmensidad solitaria de
una mente hay infinitas explanadas que
pertenecieron, pertenecen y pertenecerán a otras personas, y cada una de ellas
es diferente. Mira entonces hacia delante, pero no solo al frente, una
visión 180 grados y no una visión una visión unidimensional de un único camino
a seguir.
El miedo escénico propio del hombre arrojado a existir de Sartre, re entendiendo la existencia como aceptación
de la insignificancia de nuestra conciencia, ya está controlado, mediante una
reflexión de 360 grados. Solo queda ascender, no en un ascensor automático como
proponía Platón, pero tampoco escalando una cuerda unidimensional con
esfuerzo cristiano.
El coche está parado en un semáforo, miro el parabrisas que
por causa de la lluvia tiene los bordes llenos de gotas, en cambio la gran
mayoría está seco por los limpiaparabrisas. Las gotas que están en la parte de
arriba son grandes y parecen que van a caer en cualquier momento, pero solo una
lo hace. Hay otras que son más grandes, que se unirían con más gotas y serían
todavía mayores, pero por cuestiones que un observador no logra reconocer solo
esa pequeña gota, que no es más especial que ninguna de las demás, cae. Me limito
observar cómo ser desliza a través del cristal plano, transparente, en silencio, liso, sin olores e infinito. Su
camino es a la vez su desintegración y sin haber llegado abajo, la gota ya no
existe, solo existe su camino hasta que lo limpie el limpiaparabrisas.
Hay que ser agua, más concretamente gota y desintegrarse en
nuestra realidad porque es la única manera de comprometerse con ella. Esto es
una verdadera ascensión, para la que aunque estemos predestinados está
permitido tener miedo.
I'm scared of the middle place
Between light and nowhere