Sería feliz si entre tus versos empolvados encontrara mis
pupilas, calladitas, observándote mientras escribes. Pero no te equivoques, que
me gusta más encontrármelas clavadas en las tuyas, mirándonos bien cerca hasta
que nuestros ojos se conviertan en uno solo, que alcance a ver todos los
recovecos de nuestros cuerpos.
Cuando pasen los años y juguemos con nuestros cuerpos
moldeables a nuestro antojo, diles que no, que tu no quieres cambiar, porque
hubo alguien que una vez te dijo que no cambiaras nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario