sábado, 19 de noviembre de 2011

La dignidad.

La cultura de los pueblos está influenciada por unas características de vida totalmente contrarias a las que hoy definen nuestra vida. Los ricos "rituales" y costumbres denotan una visión olvidada de la realidad, un prisma pisoteado por una cultura inventada, venida de fuera, que no da pie a ser interpretada como evolución, pues no existe conexión entre los dos modos de vida.

Es increíble la pulcritud que podían tener unos campesinos en los funerales de su parroquia, en los que lucían no el mejor, si no el único atuendo formal que podían tener. Siempre fui enemigo de los protocolos y formalidades, pero eso no era un protocolo, eso era respeto. Quizá tanto izquierdismo barato nos haya hecho perder las formas en cierto sentido, pero es lógico pues muchas de esas formas se han convertido en algo diferente. Se han pervertido, pasando de mostrar lo humano a endiosar lo material y efímero.

Admiro la dignidad de quien menos tiene, del que no tiene nada. Admiro la dignidad que puede tener alguien que lleva trabajando toda su vida por sacar a su familia adelante; aunque no sepa quién es Aristóteles, conoce mejor que cualquier filósofo barato lo que es la virtud. Odio al que busca el respeto en lata, al que piensa que la dignidad esta en impresionar al contrario, estableciendo así una situación competitiva y absurda. El respeto proviene de la dignidad de una lágrima, de la dignidad de una flor aplastada por una piedra.

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