El hombre es un animal en cuya naturaleza está implícito el
lenguaje, la comunicación. No se pueden
entender las relaciones humanas si no son a través del lenguaje, pues todo
pensamiento humano tendrá que pasar necesariamente a través del lenguaje, de la
palabra, para ser si quiera concebido, así que no digamos ya expresado. No hay
pues realidad humana que no este condicionada por la palabra.
Me dispongo a comer, enciendo la televisión y pongo el
telediario. Cómo no, la lingüística en primera plana. Unos trajeados tipos
deciden el destino del mundo en sus despachos, esta vez han decidido
subvencionar la palabra guerra. Según sus altos entendimientos la grave
recesión en el crecimiento de los medios de comunicación se solucionará
mediante está medida que reactivará el boca a boca en las calles. Un
corresponsal en el instituto Cervantes dice que el conjunto de catedráticos se
han tomado bien la medida y que en concreto Guerra y paz de Tolstói ha subido
cinco puntos. Mientras a pie de calle la situación viene siendo la misma, hay
manifestaciones que piden al gobierno que autorice decir tacos y otras que
simplemente piden libertad de predicado. Poco parecen arreglar los problemas reales
el fomento de guerra, para acabar se ponen unas cuantas imágenes de no sé qué campamento de refugiados en África, donde se
mueren de hambre por ser su país de nombre impronunciable, eso sí, esas imágenes
pasan rapidito. Mientras a mí, se me ha enfriado el plato.
No se puede, pero se permite. La acción productora, la
economía, pretende convertir al hombre en más hombre, no en economista. ¿Lo de
ahora? Una aberración, una perversión donde se ha perdido gravemente el norte.
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