Me acuerdo cuando en todavía me besabas, en todavía, nuestros labios eran uno y nuestras muescas eran flores. Sobre las muescas del tiempo construimos una atalaya, pero no fue lo suficientemente alta para ver venir al enemigo. Mientras en todavía, tus besos eran calientes y tu voz cortada. Tus ojos eran un mar en calma, que con la bravura del necio, resistían los vientos huracanados; Hasta que aparecieron las olas.
Cuando te fuiste dejaste en todavía las flores marchitas de tanto mar embravecido, y aunque no te acostumbres, en todavía esas flores buscan el sol que refleja tu mirada.
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